jueves, 25 de julio de 2013

El Reino Del Silencio

El humo penetraba dentro de ella, como un espectro que rasgara cruelmente sus pulmones y garganta, haciendo la inspiración una tarea casi imposible.
Estaba tumbada de costado sobre los escombros ennegrecidos de la resistente y álgida estructura que había construido a lo largo del tiempo, pero que se desmoronó con la primera ráfaga de los vientos fríos.
Se incorporó un poco, apoyándose sobre los codos y miró al cielo. Éste estaba encapotado y llovían fragmentos de ceniza. Algunos caían al rostro de la muchacha, se fundían con las lágrimas de ella formando ríos grises que surcaban sus mejillas.
Era un panorama desolador el que la rodeaba, todo era gris, oscuro….y triste.
Aún así la joven sabía que estaba en un sueño. Su mente había creado ese paisaje angustioso como una forma de liberar lo que de verdad estaba viviendo: una pesadilla asfixiante y tenebrosa.

Las esquirlas de cristal que arañaban sus rodillas desnudas eran pedazos de los sueños e ilusiones que había cultivado y ya no tenían sentido.
No pudo evitar el pensamiento de que lo que veía ante sus ojos era macabro. Se quedó mirando a un punto fijo entre el humo y las llamas que seguían lamiendo los pedazos de su esperanza, como si se alimentaran de ello. Trató de recordar al joven que había construido y destruido todo aquello con sus propias palabras.
Rememoró la tercera vez que lo había visto. Ahí lo supo. Tuvo la guardia baja, y antes de que terminar de alzar la mano para saludarle, supo que se había enamorado.
Sintió un fuerte golpe en el estómago, como si estuviera en una de esas atracciones de feria en las que solía montar de pequeña y su corazón se desbocaba debido a la adrenalina. Pero en su mente era distinto, todo empezó a dar vueltas formando un remolino en su interior que acabó extirpando lo mejor de ella: la cautela. Lo peor fue que apenas lo percibió. La voz interna le gritaba que algo saldría mal, pero apenas era el eco de un susurro.
Los muchachos estuvieron juntos, ella vivió su historia de amor y él un juego de ajedrez en el que debía derrumbarla a ella. Fue efímero, y para cuando ella quiso darse cuenta había sido desterrada a aquel lugar terrorífico, sin un rayo de luz que le infringiera un hilo de esperanza.

Removió un fragmento de sus ilusiones hechas añicos entre los dedos. Por suerte aquello era un sueño. Cuando despertara estaría sobre su cama mullida y reconfortante, el sol saldría como cada mañana, impulsando sus ganas de vivir. Porque él lo era todo y lo había perdido.

Se despertó con un leve sobresalto. Podía respirar, no había humo que se lo impidiese. Miró a su lado, esperando encontrarle, pero el lecho estaba frío. Se arrebujó bajo las sábanas, buscando su calor. Suspiró.

Volvieron los flashbacks, esta vez a la vida real. Todo había comenzado como una noria, en un momento sintió que sus pies no tocaban la tierra y estaba en lo más alto, un instante después se estampó contra el suelo. No sabía cuanto tiempo tardarían sus heridas en curarse, pero estaba segura que lo más costoso sería dejar de confiar en aquel hermoso palacio desmoronado, porque no hay nada más difícil que sepultar tus recuerdos felices de finales amargos en el eterno reino del silencio. 


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